Antonio Lorenzo: «Las redes son una fuente inagotable y agotadora de información»
ENTREVISTA a Antonio Lorenzo, periodista de elEconomista y director de la revista Digital 4.0 de elEconomista, con quien hablamos sobre cómo han cambiado las redes sociales la escena informativa en los últimos años y, especialmente, tras la emergencia sanitaria que ha provocado el coronavirus. En época de ‘fake news’, comprensibles temores y muchas dudas, queda un espacio periodístico para la esperanza. «La realidad impide ver otra cosa. No se puede hablar más que de lo único», reconoce Antonio durante la entrevista, aunque también publica cada día en su medio cinco noticias positivas que se producen en torno a la pandemia. También hay que contar los pasos adelante que se dan contra el virus, por pequeños que sean.
-Antonio, ¿Cómo crees tú que han cambiado las redes sociales en general el ejercicio del periodismo?
La influencia de las redes sociales en el ejercicio del periodismo es indiscutible. Ambos conceptos se retroalimentan, enriquecen, pero también colisionan y contraponen. Son socios y rivales para captar y retener audiencias. Con frecuencia pueden protagonizar peleas fraternales, de rápida reconciliación. Las redes y la prensa se miran cada minuto, se necesitan y se quieren. Las redes son una fuente inagotable y agotadora de información, son un altavoz global, una arma interactiva de poder masivo. Eso sí, pueden resultar devastadoras cuando se utilizan sin higiene.
-¿De qué manera podemos aprovecharnos de ellas en el contexto de la situación de emergencia sanitaria los periodistas?
Las redes son más ágiles y rápidas para propagar los mensajes que los medios de comunicación de toda la vida. Mucho, muchísimo más. Son como polvorilla, que al instante prende. También son más impactantes que los medios online tradicionales. Los profesionales de la información deben conocer las ventajas e inconvenientes de estas herramientas para aprovechar sus fortalezas.
En una situación tan extrema como la emergencia sanitaria del coronavirus, la prensa debe ofrecer certidumbres, seguridad y solidez de argumentos. Cualquier error puede menoscabar la confianza de una cabecera. En estas circunstancias tan críticas, la materia prima de la información debe ser la credibilidad. Y eso último es algo que cuesta mucho ganarlo y muy poco perderlo.
Las ‘fake news’ forman parte del paisaje. Están siempre ahí, acechando y confundiendo. Hay que convivir con ellas
-¿Consideras que las redes sociales contribuyen a la sobreinformación, a la desinformación, a ambas… durante la pandemia?
Sí, mucho, con el agravante de que no solo concurren los francotiradores más o menos habituales o predecibles, sino que también participan ‘Ejércitos 2.0’ perfectamente, diseñados, preparados y organizados para el asunto, con estrategias concretas y metas precisas. En tiempos de normalidad, esos elementos de distorsión pueden compensarse con fuerzas opuestas. Sin embargo, en momentos de convulsión global, cualquier tensión podrá magnificarse sin contrarréplica equivalente.
-¿Qué podemos hacer entre todos para combatir las ‘fake news’?
Las ‘fake news’ forman parte del paisaje. Están siempre ahí, acechando y confundiendo. Hay que convivir con ellas. Forman parte de la biodiversidad del universo de la comunicación. No hace falta temerlas, basta con tener conciencia de su riesgo. Uno puede cruzar una autopista, mirando cien veces a un lado y otro para no sufrir un atropello, o desplazarse hasta el puente o túnel más cercano. Las fuentes y medios solventes vienen a ser estos últimos. Recomendaría manejarse con espíritu crítico, descreimiento y sentido de la responsabilidad.
-¿Cómo has tenido que ‘reinventarte’ para seguir desarrollando tu trabajo desde casa en estos días?
De sopetón. Ha sido como una sacudida. Creo que millones de españoles hemos recibido un máster en transformación digital sobre la marcha. Hemos descubierto los misterios del teletrabajo en pocas horas, con los niños en el regazo y con la cazuela en la lumbre. Hemos tenido que buscarnos la vida para agenciarnos las mejores herramientas de productividad disponibles, las plataformas de videoconferencia más eficaces y las recetas caseras para convertir la desconexión en terapia.
Y lo mismo ha sucedido con el trabajo colaborativo y la bendita nube. También a gestionarnos sin papeles, porque los folios escasean en tiempos confinamiento. Ha sido como tirarse al agua sin saber nadar, confiando en salir a flote solo con la teoría y con el sentido común. Pero esa reinvención profesional nunca hubiera sido posible sin las redes de telecomunicaciones, gracias a la calidad de estos recursos hemos podido obrar el milagro. Personalmente siento una enorme gratitud hacia el buen trabajo de todas esas empresas de servicios básicos que han estado a la altura de las circunstancias.
Las redes sociales ejercen de amplificador de nuestras ideas, deseo y temores
-¿Es momento de ofrecer otro tipo de contenidos? ¿Cuesta trabajo encontrar contenidos positivos en estos días?
La realidad impide ver otra cosa. No se puede hablar más que de lo único. Hay muchas personas con coraza ante cualquier contenido ajeno a su interés inmediato. Gran parte de la audiencia sufre el dolor en su entorno o convive con angustias de salud, económicas o emocionales. La gente ha entendido desde el primer segundo que todo esto es una catástrofe, con miles de ramificaciones y derivadas. Las noticias malas superan de forma abrumadora a las buenas, el factor diferencial consiste en abordar la situación de forma positiva.
-¿Has notado un mayor aumento del uso de redes sociales? ¿Y de las interacciones?
Sí, el aumento en el consumo de información rompe cualquier predicción anterior. El momento es tan intenso, trascendente e irrepetible que ojalá no tenga parangón en el futuro, como tampoco lo ha tenido en el pasado. Cada día es historia viva de un desastre. En ese nuevo mapa en blanco, el móvil es la tabla de salvación para casi toda la humanidad. Es nuestro cordón umbilical con el resto del mundo, gracias a Internet.
WhatsApp nos une con nuestros familiares y amigos y las redes sociales ejercen de amplificador de nuestras ideas, deseo y temores. Vemos cómo los pacientes que ingresan en los hospitales sólo llevan dos cosas encima: el pijama y el móvil. Y a las pocas horas se percatan de que se han olvidado el cargador del teléfono y eso, entonces, se convierte en su primera gran necesidad. Las interacciones con los seguidores y los contenidos también está siendo extraordinarias. Si ya lo es para cualquier persona, mucho más para los generadores profesionales de contenido.
-¿Qué redes sociales empleas tú y cuál te aporta más?
Cada red social tiene su público, lenguaje y reglas. Pero si tengo que elegir solo una para pasar el resto de mi vida, elegiría la del pajarito. Es un invento maravilloso. Facebook permite una interacción más personal, con una audiencia premeditadamente selectiva. Me produce cierto pudor conjugar alegremente el verbo compartir. Twitter o LinkedIn ofrecen ventajas profesionales impagables. El escaparate de Instagram lo tengo aparcado.