Dime con quién andas y te diré si pagas…


Los usuarios de Android se sitúan en todas las listas como los menos dados a pagar por las aplicaciones que se descargan. Es un rasgo cada vez más notorio que les distingue de los de iOS, aunque hay un vínculo que los une a todos: gratis.
En el mundo de las aplicaciones para móvil el denominador común que se reconoce en todos los que las usan es claro: es el imperio del free. Si es gratis, mejor. Se utiliza como uno de los argumentos en una de las grandes batallas de los últimos meses, la de Whatsapp vs Telegram, y es una tendencia más acusada en España, donde no pagamos ni la cuarta parte de las aplicaciones que nos descargamos.
El futuro es móvil y los que usan el móvil quieren que el futuro sea gratis. Prácticamente cualquier negocio que quiera desarrollar una aplicación debe pasar –de manera más o menos temporal- por ofrecer servicios gratuitos. No se trata sólo del genio que lanza una aplicación desde el garaje de su casa y tiene que ofrecerla gratis para darse a conocer, sino que hay sectores muy importantes, como el del poker, por ejemplo, que se han dado cuenta de que la mejor manera de crear jugadores habituales es que puedan formarse de forma gratuita, si no se perderá por el camino.
El consumidor no arriesga. Si tiene que pagar, no lo va a probar. Esta premisa no es válida sólo para los juegos online pero esta industria sirve un poco de “conejillo de Indias” y escaparate de las nuevas formas de comunicación. Pero ocurre lo mismo con el resto de servicios móviles: podemos jugar gratis desde el móvil pero también hablar con nuestros amigos, escuchar música, ver vídeos, mapas, etc.
Las empresas saben que vale más un cliente que vuelve –y que probablemente acabará pagando-, que uno que paga y se va. Sólo por el volumen de descargas serán muchos los que terminarán haciendo alguna aportación económica para mejorar un servicio con el que están contentos. Estamos hablando de que en 2013 se bajaron más de 102.000 millones de aplicaciones (según datos de un estudio de Gartner Inc ). Como se suele decir popularmente: “alguien picará”.
Esta tendencia no parece que vaya a revertir en los próximos años. Nada de exclusividad, la pregunta seguirá siendo: ¿por qué pagar si lo puedo tener gratis? Según las previsiones del estudio citado, en 2017 el 94’5% de las aplicaciones que nos descarguemos serán gratuitas, un incremento del 3’5 respecto a las cifras del pasado 2013.
Sería la confirmación del historial del precio de las aplicaciones para móvil que se puede ver en esta gráfica publicada en un informe de Flurry que explicaba esta evolución.
Flurry, una empresa norteamericana que ofrece aplicaciones –gratuitas- para analizar los resultados de las aplicaciones móviles, también señala en sus estudios que no existen sólo los que pagan y los que no pagan sino que depende también del tipo de móvil que tengan.
Tradicionalmente los usuarios de Android son los menos propensos a pagar por sus aplicaciones de móvil, aunque están casi al mismo nivel que los usuarios de Windows Phone y Blackberry. A los que no les importa tanto hacer una contribución son los que usan iPhone.
Las estadísticas más recientes no desmienten el San Benito de que los de Android no quieren pagar. En el sondeo de marzo de Statisticbrain, se indica que en Android un 62% no ha pagado nunca más de un dólar por una aplicación mientras que para iOS el porcentaje cae al 45%.
Resulta curioso cómo el sistema operativo de un móvil puede llegar a definir a su usuario (o más bien al revés). Los de Apple parecen, según los números, más generosos: no sólo tienen más tendencia a pagar sino que se bajan una media de 20 aplicaciones por teléfono más que los de Android.
Todos prefieren que sea gratis, aunque incluya publicidad, pero si hay que regatear, seguramente el usuario de Android lo haría mejor. Al menos hasta que se dé cuenta de que lleva una hora discutiendo con el vendedor por una rebaja de $0’99 (historia real).