ENTREVISTA a David Bollero, periodista curtido en redacciones y agencias de comunicación, fue colaborador del diario Público desde Londres, ciudad en la que reside en la actualidad. Muy conocido en la red por ser el autor del blog Posos de Anarquía.
– David, ¿Cómo crees tu que ha cambiado el periodismo por culpa de (o gracias a) Internet?
. Internet ha supuesto un punto de inflexión, es innegable, por la riqueza de las fuentes, por su inmediatez, por el extraordinario alcance que tiene ahora la información… Aunque me gusta alejarme de las visiones más catastrofistas de la profesión, también hay que admitir que ha perdido el norte en muchos frentes.
En primer lugar, en el oficio mismo, que se ha descafeinado de un modo atroz por parte de quienes dirigían las empresas de medios de comunicación. Esos empresarios (algunos, antiguos periodistas) que ante este potencial de Internet sólo han visto negocio, no información, y han terminado por contaminar a muchas de las redacciones creando a los hombres y mujeres orquesta que escriben para el papel, tuitean, graban y cuelgan vídeos en la edición digital y, además, se envenenan con el SEO.
– El periodismo, que debería estar acostumbrado a una continua transformación, parece no haber digerido bien la transición hacia lo digital…
– No descubro nada nuevo, pero al periodismo le han explotado en las narices todas las crisis a la vez: la económica, la de la publicidad y, además, su crisis existencial, esa que le ha bloqueado ante el envite digital. Esta digestión, es cierto, está durando demasiado y, además, con demasiada acidez. Una de las primeras medidas que ha de adoptar es no perder la esencia, desarrollar calidad, producir información y no sencillamente generar contenido.
El debate sobre la dependencia o no de la publicidad para subsistir es apasionante. El quid de la cuestión está en reeducar tanto a anunciantes como a lectores. No podemos depender sólo de la publicidad pero tampoco es posible restringir la información sólo a quien pueda pagarla. Esa es la trampa en la que algunos están cayendo. La desinformación y, por supuesto, la manipulación, es la base para destruir la democracia real.
– ¿Existe una guerra de soportes? ¿Por demostrar poder, influencia, inmediatez… o cualquier otro rasgo que pueda proporcionar «prestigio» al ejercicio del periodismo?
Sí, existe esa guerra de soportes incluso, dentro de los propios grupos editoriales, hasta que el dinero no les ha alcanzado y ha unificado redacciones de papel y digital. Se están acomodando los nuevos modelos a medida que se definen y eso siempre es complejo. ¿Es peor el papel que Internet, o viceversa? Es la pregunta del millón. Son distintos, con una presentación de la información y una escritura diferentes e, incluso, con públicos dispares en algunos casos.
El papel no va a morir, mal que le pese a algunos, pero ya no podrá competir más con la inmediatez de Internet, cuanto antes asuma eso, mejor para todos. Otra cosa es que aproveche géneros que Internet tiene un poco abandonados, como las entrevistas en profundidad o los grandes reportajes.
– ¿Crees que está reñida la calidad con la inmediatez?
– No debería, porque inmediatez no es sinónimo de precipitación. Sin embargo, está pasando. Importantes diarios de tirada nacional han cometido errores garrafales por ser los primeros en dar una noticia que ni siquiera era exclusiva, por no contrastar sus fuentes. En la actualidad, el más pintado se la cuela a un diario. Y eso es fatal para nuestro oficio, para nuestra credibilidad que debería estar en el ADN de cualquier periodista. Y como lectores, por favor, dejemos de una vez de leer en diagonal para opinar y tuitear cuanto antes.
– ¿Qué han aportado de bueno en los últimos años las redes sociales?
Son muchas sus aportaciones, pero me centraré en dos: difusión y participación. Gracias a las redes sociales, los medios de comunicación han podido llegar a mucha más gente, difundir las noticias a un público mucho más amplio. ¿Qué sucede? Que en algunos casos, como se ha perdido el norte, lo que hemos hecho es en lugar de informar, dar espectáculo o, en el peor de los casos, desinformar a un mayor número de personas. ¿Cuánta gente sabe, por ejemplo, que detrás de la guerra de Malí hay también intereses por las minas de oro y uranio? Es sólo un ejemplo.
En cuanto a la participación, ésta se ha disparado, se ha producido un salto cualitativo y cuantitativo respecto a las cartas al director de antaño o las llamadas a la radio. Y eso es bueno para cualquier democracia, porque para la ciudadanía se ha generado una necesidad de estar informada, de saber qué sucede a su alrededor y por qué sucede. Es tan bueno, que los Gobiernos, bien a través de los entes nacionales o por los grupos mediáticos, siempre tratan de manipular esa necesidad.
– ¿Y de negativo?
Soy un enemigo acérrimo del periodismo ciudadano. Detesto esa terminología y no porque esté en contra de la participación del lector, más bien al contrario, como he comentado. Lo que sucede es que avisar de que hay un incendio en una azotea o que el antidisturbio de turno está moliendo a palos a un manifestante no es periodismo. Está bien que se difunda y puede suponer un buen punto de partida para generar periodismo, pero solo por quien tiene el criterio y la formación –y no me refiero sólo a la universitaria, para los puristas-. Un tipo con una cámara puede hacer unos vídeos muy buenos, pero eso no es cine ciudadano, ¿no?
– ¿Cómo puede el periodista hacer uso de ellas sin entrar en conflicto con los intereses de su medio?
Desde mi punto de vista es sencillo: dejando claro que las opiniones y comentarios difundidos por ese canal son suyos, personales. Hay medios y agencias que tienen sus propios libros de estilo al respecto, limitando mucho el margen de maniobra para el periodista (creo que, incluso, prohibiendo difundir enlaces de la competencia). De últimas, uno siempre puede crearse dos perfiles, el oficial del medio con el que informar y el personal, aunque lo recomendable es el perfil único. Cómo digo, los medios aún están aprendiendo cómo lidiar con ello, pero limitar a sus periodistas terminará siendo contraproducente para ellos mismos.
– ¿Por qué a los periodistas de Internet se les sigue viendo como «de inferior categoría» incluso por sus propios compañeros?
Yo creo que cada vez menos, entre otras cosas, porque los despidos y los ERE que han asolado nuestro sector han hecho que las redacciones de papel e Internet se unifiquen. Con todo, a medios que son únicamente digitales –lo sé por experiencia propia- aún les cuesta conseguir acreditación para, incluso, actos oficiales. Los periodistas de la vieja escuela eran los mayores detractores de Internet y ahora tuitean como el que más. Eso también ha ayudado a limar asperezas.
– ¿Cómo las usas tú? ¿Con qué objetivo?
Por un lado, para informarme y, por otro, para difundir todo cuanto considero interesante, sea o no mi trabajo, por supuesto. Imagino que como la inmensa mayoría de los periodistas. Las redes sociales brindan la oportunidad de conocer de primera mano testimonios de personas que, de otro modo, sería complicado obtener, pero ojo, de nada sirven esas fuentes sino se contrastan de alguna manera, y eso es lo que en ocasiones falta.
– Vives en Londres… ¿cómo ves que los medios del reino Unido utilicen las redes sociales, de alguna manera que no lo hayamos hecho aquí?
Llevan mucho más recorrido que nosotros, que España, me refiero. Cuando en nuestro país sólo unos temerarios hablaban de Twitter y blogs, en países como Reino Unido o Francia ya había medios que vivían sólo de sus ediciones digitales. Y eso también se nota en los lectores, porque son más activos, porque los canales de participación son mucho más intensos.
Uno de los medios que para mí es decano en la materia es The Guardian, sus coberturas en tiempo real de acontecimientos vía Twitter son para hacer un caso de estudio en las universidades. También es un tema de recursos: recuerdo alguna convención del Partido Laborista en la que sólo los periodistas digitales de The Guardian superaban en número a la suma del resto de periódicos. Ellos lo han entendido: Internet no es sinónimo de menos plantilla, más bien al contrario. En España estamos a años luz de eso.
– ¿Cómo concilias tu faceta profesional 2.0 con tu faceta personal?
Priorizando, no queda otra, más aun considerando que el periodismo por sí solo ya hace tiempo que no me da de comer y tengo que trabajar por horas fuera de la profesión. Muchas veces veo los TL de algunos periodistas en Twitter y pienso “qué gran profesional pero, ¿qué vida personal le queda?”. ¿Es necesario tuitear 24×7? Yo creo que no y en eso también se ha perdido un poco el norte. No se es mejor profesional por ser omnipresente, sino porque cuando estás, llenas.
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