No sólo en el sector de las nuevas tecnologías existen experiencias de uso. Este término se aplica a todos los productos o servicios que utilizamos diariamente. Si la experiencia ha sido buena nos quedamos encantados y repetiremos; por el contrario, si la experiencia ha sido pésima no querremos ni oír hablar del producto en cuestión.
Quién no ha pensado alguna vez al abrir un Tetrabrik en la persona a la que se le ocurrió poner “Abre fácil”. ¿Para qué crear falsas expectativas? De abre fácil nada. Y quién, por ejemplo, no se ha equivocado de dirección debido a las malas indicaciones en las carreteras o calles.
Existen un sin fin de ejemplos donde las malas experiencias de uso referentes tanto a diseño industrial, como a señalética, o a servicios de atención al cliente; me refiero a esos números de información que -al llamar- ofrecen varias opciones del 0 al 9 y ninguna de las opciones es la que necesitas, con lo que te quedas esperando con cara de tonto a que salga un operador para ayudarte por arte de magia o te pasas un rato diciendo en alto: ¡gestor! ¡operador! ¡atención!, etc… para ver si alguna cuela . Estas experiencias -en el mejor de los casos y dependiendo de sus consecuencias- hacen que te agarres un cabreo monumental.
Desde nuestros orígenes, el hombre siempre ha sentido la necesidad de mejorar lo que ya existe, concebir nuevas formas, mejorar su funcionalidad, darle una mayor utilidad, innovar. Sin ir más lejos, las películas de ciencia ficción y dibujos animados han mostrado productos que nos han dejado con la boca abierta. De eso se trata, de progresar y poner al servicio de todos productos y servicios que nos dejen así, “con la boca abierta”. Sin esto, la humanidad no hubiera progresado, seguiríamos en la Edad de Piedra.
Años antes de que Steve Jobs desarrollara el iPad, en la película de Los Increibles de Pixart aparece una Tablet. Casualidad o premeditado por Steve Jobs, seguramente lo segundo.
La reflexión que quiero hacer en este artículo es que la Experiencia de Usuario no es únicamente un campo orientado a aplicaciones informáticas para Internet, cajeros, navegadores de abordo, etc… La Experiencia de Usuario está conviviendo con nosotros desde siempre, lo que ocurre es que con el crecimiento de las tecnologías de la información se hace visible a aquellas personas no cercanas a este sector.
Lo que pretendemos los profesionales de la UX (Experiencia de Usuario) aplicada a infinitos campos es lograr que los productos o servicios transmitan emociones, es decir, que se utilicen fácilmente, que sean útiles y que produzcan un sentimiento de deseo en el usuario.
En resumidas cuentas, deben mejorar nuestra vida, hacerla más fácil, evitar que perdamos el tiempo pensando en su modo de uso, optimizar la utilidad que nos prestan y si su diseño nos transmite sentimientos y emociones positivas, mejor que mejor.
¿Por qué a la mayoría de nosotros nos gustan tanto los productos de Apple? Porque nos emocionan más allá de la funcionalidad que ofrecen; su diseño nos produce emociones agradables y nos enorgullecemos de poseer uno. Muchos se dejan la piel por adquirirlo cuanto antes. Si nos fijamos en los niños veremos que son capaces de interactuar con estos productos porque están pensados por y para el usuario. Su diseño y funcionalidad se centran en los usuarios finales independientemente de su edad, y lo consiguen sin perder su utilidad. Esto no es producto de la casualidad sino de todo un equipo de profesionales que han trabajado para que sea posible.
La imaginación, creatividad, humanidad, solidaridad, habilidad o curiosidad, entre otras, son aptitudes para ser capaces de crear, innovar y mejorar productos al servicio de las personas.