¿Cuántas veces al año cambias las contraseñas de tus redes sociales, tus cuentas bancarias digitales o, en general, de los servicios online que utilizas? ¿Una vez? ¿Dos veces? ¿Ninguna? ¡Quizás ni siquiera te habías planteado esta pregunta! En cualquiera de los casos, es cada vez más importante que entendamos que la gestión de nuestras contraseñas es uno de los factores más importantes de los que depende nuestra seguridad online.
Vivimos en un mundo cada vez más digital, en el que muchas de nuestras gestiones, nuestras actividades y nuestras interacciones se producen en línea. La cantidad de información comprometida que tenemos alojada en el entorno digital es cada vez más grande, y de su adecuada protección depende que podamos evitarnos sobresaltos e imprevistos desagradables. Y es que la ciberseguridad se está convirtiendo en una faceta clave en un contexto digital en el que la actividad de los ciberdelincuentes está a la orden del día.
Uno de los componentes más conocidos y esenciales de esa ciberseguridad es, como mencionábamos al principio, la gestión de las contraseñas y las claves digitales. Y quizás precisamente por ello, por ser una faceta tan conocida y tan familiar, sea también una cuya importancia y cuidado pasamos por alto. Y esto puede traer graves consecuencias. Buena prueba de la falta de atención con la que muchos internautas tratan este tema se manifiesta en los listados de contraseñas más utilizadas del mundo.
Un estudio publicado por ExpressVPN ha revelado claves tan sencillas y predecibles como: 123456 (u otras combinaciones similares de números ordenados), qwerty, qwertyuiop (y demás sucesiones de caracteres situados en orden en el teclado), 000000, 1111111, 123123, abc123 (y unas cuantas repeticiones parecidas), password, password1, etc; así como palabras sueltas comunes como “superman”, “monkey”, “princess”, “sunshine” o “dragon”. También encontramos frases básicas como “letmein” o “iloveyou” entre las opciones de contraseñas más utilizadas.
Como podemos ver muchas de estas contraseñas son de lo más fáciles de adivinar, y son tan comunes alrededor del mundo que serán las primeras que busquen los fisgones cibernéticos a la hora de acceder a una de tus cuentas. ¡Por lo que está clarísimo que no son buenas opciones a utilizar! Pero estas no son las únicas contraseñas sobre las que tenemos que estar prevenidos. Todas las que sean predecibles según tu contexto y la información pública que tengas en la red, o todas aquellas a las que no les hayas dedicado la suficiente atención son susceptibles de abrir un agujero en tu seguridad online.
Cuestiones como la longitud (lo ideal sería que tuvieran entre 12 y 20 caracteres), la originalidad, la mezcla de diferentes tipos de caracteres (letras, símbolos, números, etc.), unida a la capacidad para recordar esa contraseña (ya sea a través de reglas mnemotécnicas o a través de algún sistema de gestión de contraseñas), son algunos aspectos clave a la hora de determinar la viabilidad y la adecuación de una contraseña.
Pero como decíamos al principio, ¡no vale con poner una buena contraseña una vez y olvidarse! Otra de las cuestiones a tener en cuenta en una buena gestión de contraseñas es la de ir cambiando esa contraseña a medida que pasa el tiempo (lo ideal sería hacerlo pasados un par de meses o tres). Y hacerlo con cada una de las diferentes contraseñas de las plataformas o servicios en las que tengamos cuentas, porque, por razones obvias, no es recomendable utilizar la misma contraseña para servicios distintos. Todo esto, como podemos imaginarnos, supone una inversión en tiempo y energía, pero merece la pena si queremos construir una buena estructura de seguridad online.