La tecnología blockchain se identifica, sobre todo, con un concepto: el de la descentralización. Pero no deja de ser un término algo etéreo al que es difícil adjudicar usos en la vida real. Sin embargo, sus posibles aplicaciones ya no son solo algo atractivo para los programadores y personas con grandes conocimientos técnicos y esto es algo que se puede observar en las DeFi.
Las DeFi, o finanzas descentralizadas, aspiran a eliminar los bancos tradicionales y otros intermediarios de las operaciones financieras
DeFi es la abreviación por la que se conoce a las Descentralized Finances o finanzas descentralizadas, que es una de las últimas (y más útiles) revoluciones del blockchain y del mundo cripto. Su nombre es bastante explicativo: consiste en convertir los productos financieros tradicionales en algo completamente descentralizado y disponible para todo el mundo.
Es decir, las DeFi aspiran a eliminar cualquier tipo de centralización y, por tanto, intermediario entre un usuario y un servicio. Esto significa un adiós a los bancos y otras entidades económicas a la hora de pedir un préstamo, guardar dinero, contratar seguros, invertir en fondos o cualquier otra acción relacionada. No solo eso, sino que las DeFi también eliminan la necesidad de usar identificaciones, números de cuenta o de seguridad social, etc.
Esta descentralización se logra mediante el uso del blockchain y de los contratos inteligentes, que permiten que se ejecute una acción de manera automática cuando se cumplan las condiciones establecidas por los creadores de dicho contrato. Por tanto, cualquier acción financiera descentralizada queda registrada en la red blockchain y es validada y asegurada de manera automática. Además, estos registros son públicos e inmutables, de manera que, en teoría, la seguridad y la transparencia son bastante elevadas.
La mayoría de aplicaciones DeFi tienen lugar en la red Ethereum, cuyos contratos inteligentes hacen que sea una red idónea para este tipo de finanzas. De hecho, es algo a lo que se apuntaba en el white paper de Ethereum, publicado en 2013.
Hasta ahora, todos los contratos realizados en DeFi tienen un valor aproximado de 41.000 millones de dólares. Aunque, al igual que ocurre con la capitalización de mercado, esto no significa que haya una liquidez con ese valor. De momento, la mayoría de las finazas descentralizadas tienen lugar en forma de DEX o descentralized exchanges, que son plataformas en las que los usuarios pueden cambiar unas criptos por otras sin necesidad de registrarse.
Otro de sus usos más frecuentes son las llamadas stablecoins, que son criptomonedas ligadas a divisas reales como el dólar de manera que el precio no varía tanto, lo que otorga cierta estabilidad a las operaciones.
Sin embargo, las DeFi están lejos de ser perfectas. Al ser algo nuevo, todavía contienen errores y fallos de seguridad que pueden costar muy caras a sus usuarios. Hackeos o rug pulls, en los que se retiran toda la liquidez de una plataforma y se deja a los usuarios sin poder hacer nada no son del todo infrecuentes. Y como todo lo relacionado con el mundo cripto, invertir en DeFi es algo bastante arriesgado.
Se trata de una tecnología relativamente nueva, por lo que aún queda mucho camino por recorrer. Pero su creciente popularidad y próximos eventos, tales como la llegada de Ethereum 2.0, parecen indicar que las DeFi cada vez estarán más presentes.