«Si cortas y pegas no eres periodista, eres una fotocopiadora»

ENTREVISTA A CARLOS CALA BARROSO, periodista de la Cadena SER y autor de dos libros: «Aquella casa maldita en Amytville» y «Deus Vult»
Carlos, ¿cómo crees que Internet ha cambiado el periodismo?
Creo que lo que ha cambiado es la manera de hacer periodismo. Internet se ha convertido en una forma rápida y eficaz de acceder a información de manera inmediata, de buscar fuentes y de tener la posibilidad de contactar con ellas a través de las páginas web de organismos, personalidades u organizaciones. Yo diría que se ha acelerado el proceso de acceso a las fuentes, pero no la esencia del periodismo, que sigue siendo la misma. Al final, la información ha de ser contrastada personalmente con la fuente, sin olvidar que Internet también tiene sus riesgos, puesto que no todo lo que aparece publicado en la Red tiene por qué ser verdad. Hay que prestar mucha atención al “quién” te cuenta “qué”, y tener la capacidad de diferenciar la información fiable y rigurosa, de aquella que no lo es tanto.
¿A ti, te ha cambiado como periodista?
Como periodista, no. El objetivo y el compromiso profesional siguen siendo los mismos (y lo seguirían siendo, aunque no existiera Internet). Pero sí es cierto que ha facilitado mucho el trabajo. Con Internet tienes la posibilidad de localizar, en apenas unos segundos, millones de documentos (algunos válidos y otros no), sobre cualquier tema. Puedes encontrar fácilmente información de archivo y documentación, puedes llegar a determinadas fuentes y acceder a ellas con relativa facilidad. Eso es lo que ha cambiado y mejorado Internet. Insisto: sin olvidar los riesgos.
La honestidad ha de ir por delante, porque los periodistas cuentan lo que pasa
¿Crees que ahora se hace mejor periodismo o peor que antes?
Lo fácil sería decir que se hace peor periodismo hoy en día. Pero eso sería simplificar mucho la respuesta y, además, sería injusto e incierto. Ahora, como antes, hay excelentes periodistas que buscan, contrastan y publican información de interés general. Periodistas que realizan una gran labor social y de servicio público. Profesionales que informan de manera rigurosa y fiable. Otros, en cambio, parecen no tomarse en serio esos principios sagrados de la profesión. Pero eso también ocurría antes. No es éste el lugar indicado para recordar la larga lista de manipulaciones informativas que nos deja la historia del periodismo, pero las ha habido siempre y siempre las habrá. Para mí, eso es el anti periodismo. La honestidad ha de ir por delante, porque los periodistas cuentan lo que pasa. Para ficción, ya están las novelas.
¿Y podemos decir, lamentablemente, que estamos ahora ante un nuevo periodismo, el del corta y pega?
Si cortas y pegas, no eres periodista: eres una fotocopiadora. Una cosa es utilizar documentos ya publicados para documentarte, para comprender la evolución de un hecho, para buscar informaciones relacionadas. Pero el periodista debe interiorizar todos esos datos y usarlos sólo como referencia, en caso necesario, para la elaboración de su propia noticia. Y, desde mi punto de vista, para que algo sea noticia, debe contener algo novedoso e inédito. Si no es así, será otra cosa, pero no una noticia. El “corta y pega”, que ignoro si se da en el mundo del periodismo serio, es algo indigno, porque es atribuirse un trabajo que uno no ha realizado.
¿Ha influido en eso Internet y las redes sociales?
Imagino que sí. En Internet es fácil encontrarse artículos o reportajes, repetidos hasta la saciedad en cientos de páginas distintas, cuyo origen se desconoce. Eso es un “corta y pega” en toda regla. Yo, que por naturaleza soy bastante escrupuloso con el origen de cualquier información, cuando veo estas cosas desconfío mucho y trato de buscar siempre la fuente original o, en su defecto, intento contrastar la información con alguna fuente cualificada. Pero reconozco que sólo puedo hablar por mí. Me gustaría pensar que todos los periodistas hacen lo mismo, y me encantaría que la sociedad en general también lo hiciera. Pero mucho me temo que esto no es así, y por eso muchos acaban creyéndose cualquier cosa que aparece publicada en Internet. Las redes sociales no hacen más que multiplicar el peligro de forma exponencial cuando alguien difunde un bulo y sus contactos lo comparten, y también los contactos de sus contactos… Y así sucesivamente, hasta inundar de falsedades redes como Twitter o Facebook, por hablar de dos de las más conocidas.
¿Cómo las utilizas en tu trabajo?
Las utilizo mucho, sobre todo como fuente de información rápida o para ver qué se cuenta de determinadas noticias. Pero soy consciente de dónde está el límite. Hay que tener mucho cuidado con las redes sociales y no volverse loco con todo lo que se publica en ellas, ni aceptar siempre lo que se dice como información válida. Al final, el periodista tiene que hacer periodismo. Y si en una red social alguien publica una noticia, lo primero que hay que hacer es contrastarla con una fuente solvente antes de compartir o retuitear. Si no, se corre el riesgo de hacer el ridículo y, lo que es peor, de perder credibilidad.
¿Existe una línea que permite diferenciar al periodista del bloguero o a veces es lo mismo?
No es lo mismo en absoluto. Un periodista se rige por una serie de normas profesionales obligatorias que le hacen portador de una gran responsabilidad hacia la sociedad. Muchos periodistas son blogueros, pero no todos los blogueros son periodistas. En realidad, cualquier persona puede abrir un blog y utilizarlo con los fines que desee: informar, opinar, compartir música o relatos de ficción, difundir recetas de cocina o elucubrar sobre el fin del mundo y el Apocalipsis, por poner ejemplos dispares.
¿Tú crees, como algunos dicen, que los “blogs están muertos”?
Personalmente no lo creo. Me da la sensación (pero esto también es una opinión totalmente personal) de que la tendencia es a que funcionen mejor los blogs especializados en temas muy concretos, que estén cuidados y actualizados, y que sean claros y solventes. Por ejemplo: los blogs de cocina o de repostería, los de cine, los de botánica y jardinería, etc. Con una oferta de información tan exhaustiva en Internet, la Red está saturada de blogs, pero la sociedad sabe escoger entre lo mejor. Si alguien quiere buscar una buena crítica cinematográfica, o encontrar una estupenda receta de cocina fácil y detallada, o saber cómo cuidar de sus plantas, es muy probable que tenga entre sus favoritos de Internet una lista de aquellos blogs que les hayan parecido los más completos para cada una de esas parcelas temáticas. En cuanto a los blogs personales, con opiniones sobre todo lo divino y lo humano, solo les veo futuro en el caso de que el autor sea un personaje de renombre y sus puntos de vista puedan convertirse en una referencia para mucha gente.
¿Y de la misma manera, se puede diferenciar al periodista del escritor?
Es obligatorio diferenciar al periodista del escritor, porque ambas profesiones no siempre tienen por qué coincidir en sus métodos ni en sus fines. Para mí está muy claro dónde está la línea que no se debe traspasar. Ser periodista, como he dicho, implica una serie de responsabilidades y obligaciones profesionales irrenunciables que no existen para el escritor, ni siquiera aunque éste se dedique a escribir sobre hechos reales o históricos.
Hay que tener mucho cuidado con las redes sociales y no volverse loco con todo lo que se publica en ellas
¿Qué tratas de contar en tus libros?
Siempre historias que me interesan, que me gustan o me atraen. Hechos que me han llamado la atención por algún motivo, habitualmente a raíz de alguna noticia o algún acontecimiento que he visto, que he leído o que, simplemente, me han contado. Si son historias inacabadas, o con un final determinado, a veces me gusta imaginar un desenlace alternativo, o pensar en cómo pudieron ser las vidas de los personajes normales y corrientes que pudieron tener alguna vinculación con ese hecho. En los libros, intento dar rienda suelta a la imaginación, ya que es algo que en mi trabajo cotidiano como periodista no puedo hacer.
¿Y de contar en las ondas?
En la radio es totalmente distinto. Ahí hablamos de información. No hay cabida para la ficción. Al redactar una noticia, por ejemplo, intento mirar las cosas desde fuera para ser lo más objetivo posible. Ya sabemos que la objetividad total no existe, porque todos somos sujetos, con un bagaje determinado y con unas circunstancias personales concretas. Pero la imparcialidad es obligatoria en nuestra profesión. Si llegase el día en el que fuese incapaz de ver un hecho desde todos los puntos de vista posibles, sabría que habría llegado mi final como periodista y pensaría seriamente en dedicarme a otra cosa: por ejemplo, a escribir novelas. Sólo novelas.
¿Pueden llegar a influir tanto las redes sociales en la radio como lo hacen ya en la televisión?
Yo creo que ya lo hacen. No creo que sea algo exclusivo de la televisión. Las redes sociales son un canal extraordinario para mantener el contacto con la audiencia. Y creo que ese contacto es esencial, aunque haya que encauzar esa participación de forma adecuada. La radio siempre ha sido un medio cercano para los oyentes. Desde los discos dedicados hasta las opiniones en las tertulias, pasando por infinidad de programas en los que la gente estaba presente. Hubo un momento en que ese contacto directo se perdió un poco, pero las redes sociales están propiciando un nuevo acercamiento. Es sorprendente lo mucho que la audiencia puede llegar a participar cuando abres un canal para que lo haga. Y, aunque no lo parezca, en la radio estamos muy atentos siempre a todo lo que nos cuentan los oyentes, aunque haya que buscar la forma en la que esas opiniones o comentarios se integran en la programación.
¿Qué le dirías a las nuevas generaciones de periodistas?
Nunca me ha gustado dar consejos, porque sólo los sabios deberían tener esa potestad. Y, obviamente, yo no lo soy. En todo caso, y para quienes pudieran sentirse interesados por mi opinión (que sólo es eso, y no más), podría recomendar a los futuros periodistas que se aseguren muy bien de que realmente es ésta la profesión que les gusta. Que se planteen el porqué, y que tomen la decisión por un criterio exclusivamente vocacional, sin buscar otros objetivos que nada tienen que ver con la profesión (como la fama o la riqueza). Que tengan claro que quieren dedicarse a un trabajo en el que, salvo excepciones, se gana poco y se trabaja mucho (prácticamente sin horarios). Pero sabiendo que, si realmente es su vocación, serán las personas más felices del mundo al poder dedicarse a algo que les llena profesional y personalmente.